martes, 27 de enero de 2015

Julià Álvaro: Iglesias vino a "ofrendar nuevos autobuses a España"


Si los temas valencianos están ausentes cuando el acto se hace en Valencia es que mantenemos el espíritu de protectorado.

De gobiernos dirigidos con mando a distancia sabemos bastante en Valencia. De hecho, no conocemos otro modelo

Ayer desembarcó en Valencia Pablo Iglesias e hizo patente que la nueva política "superadora del bipartidismo" pero no del sucursalismo.

Iglesias, que unos días antes en Grecia había hecho el esfuerzo de hablar griego o que, hace un mes en Barcelona, lo hizo en catalán, ayer en Valencia sólo usó el castellano.


Después de muchos meses de estar gobernados desde Berlín (y quien dice Berlín, dice Bruselas), los griegos llamaron ayer que quieren gobernarse ellos. Parece razonable. Ningún gobierno puede ocuparse mejor de los problemas, las ilusiones, los anhelos y las necesidades de un país que aquel que responde a las demandas directas de sus ciudadanos sin pasar por instancias intermedias.

De gobiernos dirigidos con mando a distancia sabemos bastante en Valencia. De hecho, no conocemos otro modelo. Lo sufrimos cuando, durante los años de gobierno socialista, Joan Lerma pasaba diariamente por taquilla de Alfonso Guerra hasta el punto de tener que rendirse con armas y bagajes al blaverisme. Madrid le permitía a Lerma que hiciera lo que quisiera con el partido (así le ha ido al PSPV) pero era Madrid quien, de hecho, mandaba en Valencia, ya que reclamar, protestar o reivindicar más y mejor autogobierno era pena de muerte. Incluso el post-lermisme estuvo tutelado por la Ejecutiva española del PSOE que abortó cualquier intento de verdadera renovación cuando se intentó a finales de los 90 del siglo pasado.

Y si esto pasó con los socialistas, la situación se multiplicó con el PP, con Zaplana, con Olivas, con Camps y ahora con Fabra. Lo que era una autonomía tutelada pasó a poco más que un protectorado y, fiel a premonitorio "ofrecer nuevas glorias a España", aquí no se ha movido un papel sin que Fraga, Aznar o Rajoy dieron permiso. Hasta hoy. Así seguimos. El triste presidente de la Generalitat, Alberto Fabra, fue puesto a dedo desde Madrid y, ahora, deambula como alma en pena esperando que Rajoy lo vuelva a señalar y le conceda la gracia de ser candidato a la presidencia autonómica. La situación deja pocas dudas: si Fabra le debe el cargo a Rajoy, si de él depende su continuidad, es evidente cuáles serán sus intereses por los que trabajará.

Pues así estábamos cuando ayer desembarcó en Valencia Pablo Iglesias e hizo patente que la nueva política "superadora del bipartidismo" de lo que no es superadora es del sucursalismo. En el mitin que Iglesias e Iñigo Errejón vinieron a hacer en la Fuente de San Luis, la realidad del País Valenciano estuvo absolutamente ausente y los discursos se hicieron en clave española. Rajoy estaba en el centro de la diana, no Fabra. Iglesias venía a dejar claro que él y Podemos eran la alternativa a Rajoy y al PP, que en ningún caso se podía esperar nada del PSOE de Pedro Sánchez. Y lo decía desde Valencia, como lo hubiera podido decir desde Soria, Santander o San Cruz de Tenerife. Incluso formalmente. Iglesias, que unos días antes en Grecia había hecho el esfuerzo de hablar griego o que, hace un mes en Barcelona, lo hizo en catalán, ayer en Valencia sólo usó el castellano.

El acto de ayer de Podemos en la Fuente de San Luis fue un capítulo más en el pretendido viaje del nuevo partido hacia el gobierno de España. No se trata de discutir ahora de la consistencia o no del discurso económico de Podemos, de su ideología conscientemente líquida o de su reincidente productivismo. Tampoco pondré en duda el mérito del tsunami que han desencadenado, pero lo que sí está claro es que las cosas, en clave valenciana, son muy diferentes.

Podemos apunta en La Moncloa y si algo en "provincias" molesta, se ignora. No son tiempos de matices, ni de pedagogías, ni particularismo.

En esto radica el problema. Si los temas valencianos están ausentes cuando el acto se hace en Valencia es que mantenemos el espíritu de protectorado. La misma elección por parte de Madrid de lo que debe ser el próximo líder regional de Podemos, Antonio Montiel, a dedo desde 400 kilómetros al igual que hace el PP, es una prueba de lo que nos espera.

Iglesias aterrizó ayer poco más que convencer a la gente que el próximo día 31 tenía que estar en la manifestación que su partido hará en Madrid. A esto vino a "ofrendar nuevos autobuses en España". Por eso no había banderas que identificaron donde estábamos; sólo había grandes círculos de papel recordando la importancia de la manifestación del 31.

De España Comunidad Valenciana necesita mayores niveles de autogobierno y un sistema de financiación justo que reconozca la deuda histórica que arrastramos. Que el PP no haga estas reivindicaciones no nos puede sorprender pero que quedan también al margen de aquellos que, supuestamente, representan más democracia y más justicia social, no encaja. O sí. Si encaja, porque Podemos no puede coger estas banderas como no las pueden tomar los otros grandes partidos españoles porque, entonces, se les rebelan los votantes de Andalucía o Madrid.


El discurso de Podemos, visto desde Valencia, no es que sea criticable por su desprecio a la cultura, al idioma o al hecho nacional, que lo es. Esto no me llama la atención. Sobre lo que hay que poner el foco para evitar males futuros es sobre el sucursalismo de Podemos en Valencia, sobre su pensamiento en clave de Madrid, sobre su lógica de política estatal y suficiente. El sucursalismo es un pésimo negocio, llevamos sufriendo-lo desde hace 30 años y nos ha ido muy mal. Si la esperanza del cambio también tiene forma de sucursal, lancémonos en brazos de Dante, encaminamos hacernos al infierno y abandonamos toda esperanza.

el blogg de Julià Álvaro

No hay comentarios:

Publicar un comentario