Lo que parecen no advertir los dirigentes europeos es que ese es, precisamente, el meollo del asunto: si esos 8.000 millones constituyen realmente una ayuda o si, por el contrario, son un rescate a los grandes bancos e inversores a costa del sufrimiento de los ciudadanos.
La carta que anteayer envió el primer ministro Papandreu a sus colegas de la eurozona es dramáticamente elocuente: su decisión de convocar el referéndum no obedece sólo a su enfrentamiento con la oposición, sino a que “las huelgas generales, la ocupación de edificios públicos, la interrupción del proceso educativo, las manifestaciones y los enfrentamientos violentos se han convertido en pan de cada día”.
Robert Reich, exsecretario de Trabajo de EEUU, sostenía ayer que si los griegos aceptan los términos draconianos del rescate, su nivel de vida empeorará irremediablemente; en cambio, si los rechazan, cabe la posibilidad de que se reactive la actividad económica y mejoren sus condiciones, por lo que comparte que ellos tomen la decisión final.
En toda esta historia de delirio financiero son tan responsables las autoridades griegas que permitieron el endeudamiento astronómico del país como los bancos que le prestaron con avidez especulativa y las agencias que lo alentaron. Es, pues, de justicia preguntar a los ciudadanos si están dispuestos a pagar esta cuenta.
Vía: Público
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