lunes, 8 de diciembre de 2014

En opinión ajena: Caminar

ALFONSO PUNCEL

Moverse por la ciudad constituye algo esencial de la vida urbana, pero los problemas de movilidad son enormes y afectan de manera importante a la vida cotidiana de todos los ciudadanos. La cantidad de tiempo que empleamos en desplazarnos es fácil de establecer, pero no así la calidad de esta movilidad que dependen de las condiciones individuales, a circunstancias puntuales de cada cuál pero, sobre todo, a la mala gestión urbana.

Sobre aquellas no se puede actuar pero sobre esta última sí. Las causas de esta baja calidad de nuestra movilidad están en el crecimiento del parque de vehículos, en el crecimiento disperso de las ciudades y en consecuencia, en el incremento de las necesidades de desplazamientos en un círculo vicioso que está íntimamente ligado a la fascinación individual por el automóvil y las políticas para favorecer su compra y su uso. Así se ha generado un esquema de acciones individuales que, finalmente, ha perjudicado a la mayoría. Las reacciones contra esta situación van desde la frustración, pasando por la resignación hasta, en algunos casos, alguna propuesta de solución.

Como afirmó Joel Vanderwagen hace varías décadas, «la paradoja del transporte en
nuestro tiempo es que, mientras se volvió factible viajar a la Luna, se volvió imposible en muchos casos, el caminar por la calle».

El objetivo del transporte urbano debe partir de lograr transportar, digna y eficientemente, al mayor número de personas pero también en determinar las auténticas necesidades de movilidad a la vez que reducir esas necesidades. Para ello hay que reasignar prioridades y administrar los espacios de la mejor manera posible, racionalizar un recurso escaso, como es el espacio, de tal manera que se satisfagan las necesidades de transporte de las personas, sin poner en riesgo otras cosas de las presentes y de las futuras generaciones, aplicando el principio de la prudencia en la apertura de nuevas vías para el transporte rodado, pues una vez abierta una ciudad al tráfico es muy difícil revertirlo.

Hay consenso en que caminar es la forma básica y más importante de transportarse en cuanto a número de viajes y de personas, pero las necesidades de los peatones frecuentemente son ignoradas dentro del planeamiento de infraestructura vial.

Se sabe que los espacios urbanos para caminar de forma agradable se vuelven espacios ricos, donde la gente se mueve e interactúa naturalmente, como se ha demostrado en muchas ciudades y particularmente en los centros históricos peatonalizados. Pero a pesar de ese consenso todas las acciones en la gestión urbana van dirigidas a facilitar el transporte rodado en lugar de generar espacios continuos, agradables, separados y seguros para los peatones.

Para convertir la ciudad de Valencia en un lugar con personalidad, reconocible y habitable es necesario marcarse como prioridad, recuperar grandes espacios urbanos para los peatones sin barreras físicas o psicológicas que impidan esta movilidad y en los que el estándar mínimo de transporte sea el peatón. Convertir las ciudades en espacios a escala humana significa en primera instancia, pensar que la gente se mueve con los pies. Por todo esto es por lo que Valencia se merece un centro histórico recuperado para una ciudadanía que camina.

levante

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