Pedro María Martínez, 27 años. Francisco Aznar, 17 años. Romual Barroso, 19 años. José Castillo, 32 años. Bienvenido Pereda, 30 años. Murieron el 3 de marzo de 1976 en Vitoria, cuando la policía disolvió a tiros una asamblea de trabajadores en huelga que se celebraba en una iglesia. Fraga era ministro de Gobernación, el máximo responsable político de la policía que abrió fuego. La calle era suya. Ninguno de estos crímenes fue juzgado jamás.
Enrique Ruano, 21 años. Fue un estudiante de derecho asesinado en 1969 por la Brigada Político Social, la policía política de la dictadura. ¿Su delito? Repartir pasquines antifranquistas. Según la versión del régimen, Ruano se suicidó lanzándose por una ventana. Según quedó claro hace unos años, Ruano fue torturado durante cuatro días y después ejecutado de un disparo; de su cadáver se serró el hueso de la clavícula para esconder el agujero de la bala. Fue Fraga, ministro de Información, quien se ocupó de filtrar al ABC una carta de la víctima que lo presentaba como un suicida. Fue también el mismo Fraga quien llamó al padre de Ruano para recordarle que tenía otra hija, para amenazarle, para decirle que se callara.
Julián Grimau, 52 años. Fue un líder comunista fusilado en 1963, después de varios días de torturas –según la versión oficial, también se había lanzado por la ventana–. Fraga participó en el Consejo de Ministros que condenó a “ese caballerete”, como lo despreció en rueda de prensa el entonces ministro de la propaganda de Franco.
Manuel Fraga, 89 años. Murió este domingo en la cama. Además de estas sombras, también tuvo sus luces, como habrán oído o leído ya en un sinfín de obituarios que suelen olvidar estos otros nombres, estos otros muertos que conviene recordar.
Descanse (descansen) en paz.
Vía: Escolar.net
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